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El sector ganadero, que se centra en la producción cárnica y láctea, es una de las industrias que más generan emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), por lo que ha sido foco estratégico de las iniciativas para contrarrestar la huella de carbono. Según un informe de 2019 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Plataforma Global de Productos Lácteos (GDP, por sus siglas en inglés), las emisiones de GEI entre 2005 y 2015 aumentaron un 18 % en el mundo, debido al incremento en 30 % de la producción de leche durante ese período.
La industria láctea en América Latina creció a un ritmo del 2,9 % anual entre 2005 y 2015, lo que supone que igualmente la emisión de gases de efecto invernadero se habrá incrementado proporcionalmente. Brasil, México, Argentina y Colombia producen anualmente el 85 % del suministro total de leche de Latinoamérica.
Si bien en los últimos años ha cobrado fuerza la tendencia global de sustituir la leche, sus derivados y la proteína animal por una alimentación sana y sostenible, lo cierto es que la demanda de lácteos pudiera continuar aumentando a corto plazo. De hecho se proyecta que para el 2050, el consumo de esos productos en el mundo aumente un 19 % por persona.
Un incremento en la producción de leche conlleva un mayor consumo de energía, de allí la importancia de implementar buenas prácticas de sostenibilidad y adoptar nuevas tecnologías, que permitan reducir la huella de carbono sin impactar el costo de producción.
En América Latina, el suministro de productos lácteos es promovido por políticas públicas y organismos como la Federación Panamericana de Lechería (FEPALE), ya que los derivados de la leche aportan los micronutrientes necesarios para contrarrestar la desnutrición en niños y adultos que se registra en los países en desarrollo. En el país, el plan de ordenamiento productivo para la cadena láctea bovina en Colombia, arroja los siguientes indicadores para describir la situación actual de la industria láctea:
Los productores de leche en Colombia presentan varios retos de cara a 2023, entre ellos se destacan:
Si bien el sector cárnico y lácteo ha adoptado ciertas medidas para mitigar su huella de carbono, los esfuerzos no han sido suficientes, por lo que sigue siendo una materia pendiente de la industria. El país ocupa el puesto 16 a nivel mundial en emisiones de GEI por la actividad ganadera, si se hace un promedio de los últimos 45 años, según la Dirección de Uso Eficiente del Suelo y Adecuación de Tierras Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA).
Los servicios típicos de energía que demandan las granjas lecheras son electricidad (para los equipos, aire acondicionado e iluminación), servicios de energía térmica (para la generación de vapor, pasteurización, secado y refrigeración) y sistemas de agua caliente (para la limpieza y esterilización), entre otros rubros indirectos como alimentación concentrada y fertilizantes.
Los fabricantes de lácteos pueden verse beneficiados con un combustible más amigable al medioambiente como es el gas licuado, porque emite un 20 % menos de CO2 si se compara con el petróleo, 33% menos que el carbón y 15% menos que el gasóleo. Además, al ser una fuente de energía libre de humo, emite menos sustancias contaminantes, como metano, óxidos nitrosos (NOx), óxidos de azufre (SOx) y material particulado (PM).
Además, el gas licuado (GLP) es conveniente para los productores de leche, ya que tiene la facilidad de poder transportarse a través de cilindros o la instalación de tanques recargables. Esto supone una solución para las zonas remotas y rurales o que no tienen acceso a las redes de distribución de gas natural.
El gas licuado permite una generación de energía con mayor poder calorífico, constante y estable, independientemente de las condiciones climáticas, incluso en temperaturas de hasta -40 grados centígrados. También puede ser un combustible de respaldo a los sistemas comerciales de energía fotovoltaica y compatible con las soluciones energéticas híbridas, sin grandes inversiones en infraestructura.
Aunque la reducción de carbono y el ahorro económico pueden variar según los tipos de producción y ordeño, así como del tamaño de la granjas, algunos estudios registran hasta un 30 % menos de emisiones de gases de efecto invernadero y un 22 % en reducción de costos de las granjas lecheras.
Conclusión
Un sector tan importante para la seguridad alimentaria del país como el lácteo, no solo debe enfocar sus esfuerzos en aumentar la productividad, sino en la calidad de sus productos y la sostenibilidad de su gestión. Entre las buenas prácticas de la industria a escala mundial, el uso del gas licuado (GLP) lo posiciona como un combustible de transición, que no solo reduce las emisiones de GEI, sino que contribuye a la eficiencia de las granjas lecheras.
Puntos importantes